Cuando celebramos estos 100 días, no hablamos de números, sino de historias. Historias de pequeños que ya confían, ya preguntan, ya se reconocen como parte de algo más grande.
Cien días pueden parecer pocos. Pero para un niño o niña que inicia su vida escolar a los 2 o 3 años, representan una transformación profunda: el paso del mundo íntimo del hogar a un entorno colectivo que les permite explorar, relacionarse y descubrir todo lo que son capaces de aprender.
En Evergreen School celebramos los primeros 100 días del preescolar como un hito emocional, pedagógico y humano. Porque detrás de cada saludo en la puerta, cada juego compartido y cada rutina establecida, hay un proceso valioso que sienta las bases para toda la vida escolar.
Este primer tramo es mucho más que una adaptación: es una construcción. Una construcción de vínculos, de confianza, de lenguaje, de seguridad emocional, de hábitos. Y todo esto sucede en un ambiente que no solo cuida, sino que potencia.
A través de experiencias significativas, sensoriales y lúdicas, los niños de 2 y 3 años empiezan a:
Estas vivencias dan forma al desarrollo de los atributos del Perfil Evergreen, que acompañan su crecimiento desde el comienzo: autocuidado, habilidades sociales, comunicación, indagación, autorregulación y pensamiento crítico.
Y lo hacen en coherencia con nuestros valores institucionales: responsabilidad, empatía, perseverancia y solidaridad, que se viven desde las acciones más simples hasta las decisiones pedagógicas que tomamos como colegio.
Nuestro modelo educativo es claro: aprender debe ser una experiencia feliz. En Evergreen, cada día está diseñado para que el niño se sienta seguro, escuchado, acompañado y desafiado, en un ambiente donde el juego es vehículo, el vínculo es base y la alegría es prioridad.
Por eso, cuando celebramos estos 100 días, no hablamos de números, sino de historias. Historias de pequeños que ya confían, ya preguntan, ya se reconocen como parte de algo más grande.
Y para las familias que nos confían a sus hijos desde esta edad, también es una celebración: la certeza de que han elegido un espacio que respeta el ritmo de cada niño, pero que cree profundamente en lo que puede florecer cuando se empieza a tiempo.